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Patatas con níscalos al modo de Segovia. CP

Patatas con níscalos al modo de Segovia

Confieso que no me puedo resistir a las setas: me gustan en todas sus variedades, e incluso cuando no es temporada las compro de cultivo y me las hago a la plancha con un poquito de ajo.

En este tiempo setero  es una tortura ir a los mercado porque se me van los ojos detrás de ellas y la mayoría de las veces tienen unos precios prohibitivos.

Pues bien, como vienen siendo habitual en mí, no me pude resistir a unos níscalos que me llamaban desde su caja con ese color anaranjado otoñal. Me vino a la mente lo bien que los hacen en Segovia (de dónde me considero hija adoptiva) y me marqué una cazuela de patatas con níscalos a su estilo. Fue tan aplaudida que tuve que repetirla al día siguiente. Lo mejor fue cuando una de mis hijas acabó de comerse un buen plato y dijo: ¡Uf, qué bien he comido hoy!

Ingredientes para 4 personas:

½ kilo de níscalos

Una cebolla grande

Un pimiento rojo

Dos hojas de laurel

 5 patatas medianas

dientes de ajo grandes

½ cc de cominos

1 cc de pimentón dulce

Una punta de pimentón picante

Sal

Aceite de oliva virgen extra.

  1. Limpiar bien los níscalos, para ello cogemos un cepillo suave y vamos cepillándolos para quitar los restos de tierra y los pasar apenas por un chorrillo de agua. Esto tiene que ser así porque los níscalos son como esponjas y si los sumergimos en agua se empapan completamente. Una vez limpios, les cortamos el pie, lo desechamos y troceamos el resto.
  2. Cortamos una cebolla bien fina y el pimiento rojo en cuadraditos pequeños.
  3. Ponemos un dedo de aceite en la sartén y pochamos primero la cebolla y luego el pimiento. Esto debemos hacerlo lentamente y con paciencia porque el buen sofrito es la base de un buen guiso.
  4. Mientras esto se hace, vamos pelando las patatas. Es importante utilizar una patata buena que no se deshaga. Yo para esto utilizo patata roja que queda tierna pero entera. La partimos en trozos mediando desgajando la última parte con la mano para permitir que el caldo quede más denso.
  5. Cuando esté todo bien pochado, añadimos los níscalos y las hojas de laurel. Vamos dando vueltas y los rehogamos también. Después añadimos las patatas y también se rehogan brevemente.
  6. En este momento ponemos los dos pimentones, cuidando que el fuego esté bajo para que se no se quemen. Mezclamos apenas y añadimos agua hasta cubrir.
  7. Machacamos en el mortero los dientes de ajo y el comino y lo añadimos al guiso junto con la sal correspondiente.
  8. Dejamos cocer lentamente una media hora. Una recomendación por si os queda demasiado caldoso como en ocasiones me sucede a mí: yo quitó el caldo que sobra, lo pongo en un cazo y lo cuezo a fuego fuerte hasta que merma y queda bien concentrado, luego lo añado al guiso y así consigo que quede justo de caldo y con un plus de sabor.

Aún quedan  níscalos en el mercado y en el campo para quién sepa cogerlos. Animaos con este guiso de antaño que entona el cuerpo y nos prepara para el frío que ha de venir.

Cocina Pasión

Bizcocho de melocotón y jengibre. CP

Cómo empezar el otoño con buen pie: Bizcocho de melocotón y jengibre

Llega el otoño y apetece encender el horno para hacer un buen bizcocho. No es tontería: los bizcochos y las magdalenas caseras crean adicción, en mi casa ya no se puede pasar un fin de semana sin tomarse un humeante dulce de horno en cuanto sopla la más mínima brisa otoñal. Y no lo hacemos antes porque hace demasiado calor y me niego a encender el horno por muy tercas que se pongan mis hijas, de lo contrario me veo horneando en pleno agosto.

Si habéis observado, esto no sólo me pasa a mí: los blog están estos días repletos de galletas, magdalenas, bollos…, en fin, todo lo que apetece cuando tienes que cerrar las ventanas de casa porque empieza a hacer fresquito  y los días amanecen lluviosos.

¡Y la sonrisa que se les pone a los niños (y a los mayores) cuando llegan a casa y huele a bizcocho recién hecho! Eso no tiene precio.

Por todo esto y porque me gusta trajinar entre masas, con los últimos frutos del verano, los melocotones, me he marcado un bizcocho con un toquecito de jengibre. El resultado: un aromático pastel, amarillo y esponjoso como sol de verano, ese que se nos ha ido.

Ingredientes:

250 gr. de melocotón pelado y en trozos

200 gr. de harina

Un sobre de levadura

200 gr. de azúcar

1 cc rasa de jengibre en polvo

70 gr. de aceite de oliva virgen extra

Azúcar glass

  1. Encendemos el horno para que se vaya calentando a 180ºC.
  2. Tamizamos la harina junto con la levadura y la dejamos aparte (en Thx. –de ahora en adelante thermomix– 20 segundos a velocidad 3).
  3. Trituramos completamente el melocotón y el azúcar con una batidora. (Thx. unos segundos a máxima velocidad hasta estén completamente reducidos a puré).
  4. A este puré de melocotón, le ponemos los cuatro huevos y el jengibre y lo batimos intensamente durante unos minutos hasta que quede esponjosos (Thx. 6 minutos, velocidad 4 con la mariposa)
  5. Añadimos el aceite y lo mezclamos unos segundos (Thx. retiramos la mariposa y batimos 15 segundos, velocidad 4).
  6. Por último, incorporamos la harina con la levadura que habíamos tamizado al principio (Thx. 4 segundos, velocidad 4).
  7. Comprobamos que esté bien mezclado y lo ponemos en un molde alargado, previamente engrasado con mantequilla o forrado con papel de horno.
  8. Lo metemos al horno unos 30 minutos, aunque es conveniente tenerlo vigilado.
  9. Estará cuando el pinchar el bizcocho con una aguja, ésta salga limpia.

No os quiero decir cómo está con un café recién hecho.

Así, ¿a quién le importa que llegue el otoño?

Cocina Pasión

Conejo en salmorejo. CP.

Conejo en salmorejo

“Pequeño mamífero duplicidentado del orden de los lagomorfos, originario de la Península Ibérica”, esto es lo que dice el Larousse Gastronomique. Me refiero al rabbit, lapin, conejo…, en fin, uno de esos animalitos con sus orejitas tiesas, monísimos; el problema es que en mi familia nos los comemos. No lo podemos evitar, el conejo en todos sus variados guisos está buenísimo y mira que en este país hay formas de cocinar el conejo.

Pero no debemos ser tan raros puesto que los romanos ya los criaban y los consumían y, desde entonces, muchos han sido los que le han hincado el diente. Creo que aún no he probado nunca uno que no me guste; será que mi madre tiene unas manos para guisar la caza menor que son como para que cocinen para el mismísimo Pepe Rodríguez.

Yo no sé si he heredado la buena mano de mi madre pero sí el buen diente de mi padre y en la cazuela no queda ni una tajada cuando en casa preparamos conejo. Antes, hasta hace bien poco, sólo los comíamos de monte ya que la afición de mi padre por la caza nos ha tenido siempre bien surtidos, pero claro, ahora que no vivo a su vera estoy desabastecida y he tenido que tirar de conejo de granja. ¡Pues también está bueno, oye!

Es cierto que un conejo de monte al ajillo, sin nada más que aceite y ajos, es el manjar más exquisito, o que un arroz necesita uno recién cazado para que sea realmente memorable, pero a falta de pan… El conejo de granja tiene también sus ventajas: nunca está duro, se cocina en muy poco tiempo y es una carne sin nada de grasa, y, en fin, con guisos un poco más condimentados también te chupas los dedos.

Hoy lo he hecho en salmorejo y tengo que decir que me he tenido que descubrir porque esta receta canaria me ha encantado, a mí y a toda la familia que acabamos con la fuente sin respirar. Para qué lo vamos a negar, tenemos buen diente y nos gusta la cocina canaria, porque hice una olla para dos días y no pasó de la primera comida.

El conejo en salmorejo consiste en someter a la carne a una maceración con ajos, laurel, guindilla, orégano, vinagre y vino, entre otros, un día antes de cocinarlo. Resulta muy sabroso, un poquito picante y al conejo de granja le va muy bien para darle un poco más de sabor, ya que éste tiene una carne más sosa que el de monte.

Para seguir con la cocina canaria lo acompañé de unas papas arrugás que le fueron muy bien.

Sin más, preámbulos, a lo que íbamos….

Ingredientes (para 4 personas)

Un conejo troceado en tajadas grandes

Una rebanada de pan frito

3 dientes de ajo

Laurel

Una guindilla

Un vaso pequeño de vino blanco

Un vaso pequeño de vinagre de Jerez

1 cucharada de pimentón dulce

1 c/c de comino

1c/c de orégano

Agua

Sal

Aceite de oliva virgen extra

  1. Se sala el conejo ya troceado y se pone en un recipiente.
  2. Se machacan o se pasan por la batidora la rebana de pan, los ajos, la guindilla, el pimentón, los cominos, el orégano. Se añade el vino y el vinagre y se echa sobre el conejo y se deja macerar al menos una noche, aunque mejor 24 horas.
  3. Al día siguiente, se fríen las tajadas de conejo en una sartén con aceite de oliva y cuando están doradas se ponen en una cazuela junto con el adobo, un poco de agua para apenar cubrir el conejo y el laurel.
  4. Se cuece todo a fuego lento hasta que el conejo esté bien tierno, aproximadamente 45 minutos, se rectifica de sal y listo.

¡A quién no le gusta!

Cocina Pasión

Pollo al estilo de la judería. CP

Pollo al estilo de la judería (de Toledo, claro)

Estando como estamos en el Año del IV Centenario del Greco y viviendo yo en plena judería toledana no podía dejar de traer al blog algún plato de la cocina de este Toledo, que en los últimos tiempos está viviendo entre el trasiego de turistas llegados de todos los rincones del mundo para admirar sus calles, su cultura y los eventos que se están celebrando en conmemoración del pintor cretense.

Conciertos, pasacalles, exposiciones, celebraciones de toda índole y menús especiales son protagonistas en este 2014. Para conmemorarlo, yo también desde este blog quería escoger una receta no sólo suculenta, sino que tuviese el sabor de la diversidad cultural que guardan las calles toledanas. La gastronomía de esta ciudad, como todo lo demás, está trufada de referencias árabes y judías, platos e ingredientes que han pasado de una a otra cultura y se han quedado para siempre en la tradición de la ciudad, como los mazapanes, las flores de sartén, los potajes o el cordero.

El “pollo al estilo de la judería” es probablemente de las recetas más fáciles pero no es de las que se prodigan en los menús. No obstante, sorprende por su sencillez, por lo básico de sus ingredientes pero, a la vez, deliciosa en su humildad. Tened en cuenta que de todas las cocinas que existían en los pueblos de la antigüedad, la judía es la que mejor se ha conservado hasta la actualidad debido a que tiene normas muy precisas tanto en los alimentos como en su forma de preparación que constituyen parte de sus preceptos religiosos.

Para hacer este plato es importante contar con una cazuela de barro con tapa, pero en su adaptación al siglo XXI yo he utilizado una cazuela de hierro fundido que ha cumplido la misma misión que lo hacía el barro en el siglo XV. El pollo asado así queda dorado y muy jugoso. Ofrece otra ventaja: no hace falta vigilarlo porque dentro de la cazuela y al horno no hay peligro de que se dore en exceso.

Ingredientes:

Un pollo de 1 kilo y medio entero (preferiblemente de corral)

Tres limones

Cuatro dientes de ajo grandes

Unas ramas de tomillo

Aceite de oliva virgen extra

Sal

Pimienta negra

  1. Precalentamos el horno a 230ºC.
  2. Salpimentamos el pollo por dentro y por fuera con pimienta negra recién molida.
  3. Cogemos uno de los limones, lo partimos por la mitad y lo pinchamos con un tenedor. Introducimos las dos mitades, un diente de ajo con piel y una rama de tomillo en el interior del pollo. Cosemos la abertura y atamos el pollo para que tenga buena forma.
  4. Lo introducimos dentro de una cazuela que pueda ir al horno. Añadimos otra rama de tomillo, dos dientes de ajo enteros sin pelar, el zumo de los dos limones restantes y un buen chorro de aceite. Tapamos la cazuela.
  5. Lo introducimos en el horno previamente calentado. Lo dejamos a 230ºC durante 15 minutos y luego bajamos la temperatura a 180ºC. Lo dejamos tapado durante 1 hora y cuarto. No hace falta darle la vuelta, tan sólo mirarlo a partir de la primera hora para comprobar cómo está. Dentro de la cazuela quedará completamente dorado y con una salsa al limón muy sabrosa.

Una buena guarnición sería un arroz aromatizado con azafrán.

¡No diréis que no es fácil!

Cocina Pasión